“Cuando cambiamos una vida, cambiamos generaciones”: la historia de Dayra Álvarez
Por Saufy
En un país donde las desigualdades siguen marcando el rumbo de miles de familias, hay personas que deciden no mirar hacia otro lado. Una de ellas es Dayra Álvarez, trabajadora social, becaria y defensora incansable de la empatía como motor de cambio. Desde las comunidades rurales hasta los espacios académicos, su voz resuena con una convicción profunda: “Cuando cambiamos una vida, cambiamos generaciones.”

Una semilla que germinó desde la infancia
La historia de Dayra comienza cuando tenía apenas trece años. En una visita a una comunidad del oriente ecuatoriano junto a su iglesia, se enfrentó por primera vez a la dura realidad de la desigualdad. “Me impactó ver cómo vivían otros niños. Me di cuenta de que, pese a mis limitaciones, era una niña con privilegios. Desde ese momento supe que quería dedicar mi vida a servir.”
Esa experiencia marcó su camino. Hoy, con 26 años, Dayra es trabajadora social y cursa una maestría en estudios de género en FLACSO Ecuador, donde obtuvo una beca por mérito académico. “Estudiar me ha permitido ver el mundo desde otras miradas y reafirmar que servir es una forma de amor.”
Entre la vocación y la realidad
Dayra ha trabajado en Pichincha, Cotopaxi, Napo y Chimborazo, recorriendo comunidades donde la vida se teje con esfuerzo y esperanza. Desde la autogestión y junto a grupos de jóvenes, ha impulsado proyectos sociales que buscan mejorar la educación, la equidad y la participación de mujeres rurales.
Pero no todo ha sido fácil. “A veces me frustra no poder hacer más. Falta apoyo institucional, y muchos proyectos los sostenemos con nuestros propios recursos. Es agotador, pero cuando ves el brillo en los ojos de una niña que vuelve a creer en sus sueños, todo cobra sentido.”

Una mujer rural que inspira
Dayra se define como una mujer rural. Desde esa identidad, ha aprendido a valorar la fuerza del colectivo sobre el individualismo. “Cuando actuamos juntos, somos más fuertes. El problema es que la sociedad se ha vuelto egoísta, y ya no nos duele lo que vive el otro.”
Conmovida, recuerda una frase de una lideresa indígena que la acompaña desde hace años: “Debemos ser como los granos de choclo: unidos, juntos, fuertes.” “Eso es lo que nos está faltando como sociedad —dice—. Hemos olvidado que la empatía no es lástima; es sentir con el otro, reconocer su historia y caminar a su lado.”
De los sueños de niña a las realidades del presente
Cuando era pequeña, soñaba con estudiar en una universidad pública, conseguir una beca y poder ayudar a su familia. Hoy, ese sueño es una realidad. Pero Dayra no se conforma: su mirada está puesta en el futuro. “Ser joven en este tiempo es difícil. Hay agotamiento emocional, mucha desesperanza. Pero me repito cada día: ‘Valora lo que eres, cuida tu corazón y no dejes de aprender.’”
Su historia demuestra que los sueños no solo se cumplen, también se multiplican cuando se comparten.
Empatía, Fe y propósito
En esta conversación, Dayra habló de fe, de su madre y del ejemplo que la marcó. “Mi mamá crio sola a cinco hijos. Nos enseñó a leer, a estudiar, a no rendirnos. Hoy entiendo que eso fue el inicio de todo: creer en el poder de la educación y en que cada persona merece oportunidades.”
Para ella, la empatía no se predica, se practica. “No podemos juzgar a quien vive en pobreza o a quien no tuvo acceso a educación. La empatía nace de mirar al otro sin prejuicios, de recordar que Jesús no vino por los perfectos, sino por quienes necesitaban esperanza.”
Lo que más le ha impactado
De todos los lugares que ha visitado, lo que más la ha marcado es ver el talento que se desperdicia. “Hay niños que dejan de estudiar para trabajar, adultos mayores con sabiduría ancestral que nadie escucha. Eso me duele. Pienso en cuánto podríamos avanzar si creyéramos más en nuestra propia gente.”
Esa sensibilidad también tiene un costo emocional. “A veces regreso a casa con el corazón pesado, pero convencida de que cada pequeño acto importa.”
Un mensaje que trasciende generaciones
Al final de la entrevista, Dayra dejó una reflexión que resume su propósito: “Cuando cambiamos una vida, cambiamos generaciones. Una palabra, una acción o una oportunidad pueden transformar un destino entero.”
Es su lema de vida, inspirado en una maestra que creyó en ella cuando era niña. “Yo pensaba que no era inteligente hasta que una profesora me miró a los ojos y me dijo: ‘Eres brillante, vas a llegar lejos.’ Esa frase cambió mi historia. Y quiero hacer lo mismo por otros.”

Lo que nos deja esta conversación
La historia de Dayra no es solo una entrevista: es un recordatorio de que el cambio social comienza desde el corazón. Que la empatía no es un discurso, sino una acción diaria. Y que los verdaderos líderes no se miden por los cargos que ocupan, sino por las vidas que logran transformar.
Gracias, Dayra Álvarez, por recordarnos que aún hay esperanza, que servir es un acto de amor y que cada generación tiene la oportunidad de sembrar algo mejor.
Síguela en redes sociales: https://www.instagram.com/dayra.alvarez9/
Escrito por Saufy